sábado, 14 de octubre de 2017

SEMBRADORES.



 

Allá,
cuando hubo que hacer
el impostergable reparto del trabajo,
cuando la esperanza dijo:
-Aquí tienen el país para cuidarlo.
Cuando algunos agarraron la fragua
y otros el arado,
cuando unos preñaron las fábricas,
y otros encauzaron el agua
para llenar los cántaros,
cuando unos templaron la lanza,
y otros afinaron el canto.
Allá
cuando tuvo el hombre que repartir
las cargas y los cargos,
alguien debió encargarse de los niños
de atender los pichones
hasta formar los pájaros,
de resguardar retoños,
para ampliar el horizonte de los campos.
Alguien debió encargarse de los niños,
alguien con tibieza en las manos,
con la caricia lista
y con los libros abiertos a destajo.
Con la palabra amiga
y una paciencia de abecedario.
Entonces la vida,
digo, la vida misma que repartió el trabajo,
comenzó a cosechar estrellas en lo alto,
para alumbrar abajo,
y los llamó ¡MAESTROS!
Y la tierra…
la tierra les puso las semillas en sus manos.

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