viernes, 11 de agosto de 2017

LA CARACOLA.



 



No te pertenezco, a pesar de que en la palma

de tu mano ahora reposo, caminante;

ni a la arena de la que me recogiste,

donde yacía largamente antes

de que a tus ojos se ofreciera mi forma admirable.

Yo, compa

ñera de ágiles peces y algas,

cobré vida en el seno de las libres olas.

Y no el odio, ni el olvido,

sino la amarga tempestad me separó de ellas.

Por eso se lamenta en mí la antigua patria y murmura

asiduamente y suspira mi alma marinera,

mientras mantiene

s en tu mano mi secreto,

y asombrado acercas tu oído extranjero.

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