viernes, 25 de agosto de 2017

EL SUEÑO DE ADÁN.





 



Ligera fue tu voz, mas tu palabra dura

con vuelo de paloma sin más peso

que su inmóvil cruzar el mar del viento;

y persistes como un sonido bajo el agua,

desde mi piel al aire levantada,

ligera como fuiste, como esa ala

que olvidada del mundo se recrea,

convertida en ausencia y en olvido.



Vivo de oírme el cuerpo y de entregarme al tiempo

como a un rumbo sin luz la adormecida rosa,

como asoma en el sueño y luego muere

el cielo que una tarde contemplamos,

y oigo la vida en mí, su aliento te recuerda

ingrávida, en latidos desprendida,

con un temblor de silenciosas aguas

de su propia amargura renaciendo.



Sufres conmigo cuando sólo miro

que el amor es un cuerpo de imágenes poblado,

y caricia se llama al tocar el recuerdo,

a sentir las tinieblas en las manos

y en un esfuerzo inútil oponerse

a ese tiempo que arrastra nuestro duelo

hasta inclinar los labios a la nieve

y tender en ceniza nuestros cuerpos.

Te siente el corazón como un aroma

que en un eco perdiera sus imágenes,

y me palpo la piel tocando en ella

la tersura del agua donde yaces,

y después quedo solo, enamorado

de esta voz que del cuerpo te desprende

tornada en pensamiento, y en palabras te crea,

nacida nuevamente de mi sueño.

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