miércoles, 30 de agosto de 2017

PASEO MARÍTIMO.





 



Un mar está lejano,

acaricia arrecifes.

Pez o rojo coral

en luz clara reviven.



Doras con tu presencia

el tibio, el puro, el cálido

dulce y húmedo viento.

En tu cuerpo descanso.



Tus ojos son el mar,

el mar eres tú mismo

-bronce aún débil-, un cielo

pesa en tus hombros, vivo



cuerpo amado. La arena

-luz que se entrega a todos-

sobre las piedras blancas

reverbera sus oros.



La luna en su menguante

roja se nos ofrece

como fruta lejana

que estrellas paladeen.



Tú estás allí y el mar.

Yo aquí frente a la tierra

con su forma tangible

que nos separa espesa.



Nos desune, gravita

lo sólido. Interpone

su densidad, distancia.

Nos va borrando nombres.



Oh, dulce amor, recuerdo

para siempre. Qué limpios

los que el aire me trae,

memoria sin olvido.



Viento de aquella mar

salado en nuestra sangre,

déjame en el presente.

Calla el alma. No sabe.

domingo, 27 de agosto de 2017

ESTO NO ES UN POEMA.





 

Esto no es más que un gran pretexto para
poder decir
no me acostumbro a no tener tus manos temblando
entre las mías,
no me acostumbro a mirarte a los ojos a distancia.
Una mirada tuya vale más que una ciudad abierta.
Yo he conocido cómo todos los vientos ardorosos
te cantan.
No me acostumbro a reprimirme la ternura,
a confundir las palabras cuando asientes,
Hoy quiero comprometer todas mis cartas;
es corta la vida: no quiero lamentar tanto silencio.
No me acostumbro nunca a no llamarte,
a no sentir tu voz,
a ser un rostro más contra la lluvia.
Pero acaso deba acostumbrarme.
Acaso arrastre el próximo verano.
Quizás amor sea una palabra excesiva entre
nosotros quizá sea todo sombra callada
para poder a veces cuando estalle.

sábado, 26 de agosto de 2017

DEMASIADO TARDE.



 
-Ida Vitale-          

Lo que el verano nos quita, el lugar que el verano nos deja, el don del estornino, su ir y venir ansioso entre su sala de pastos, ¿su selva?, su desaparecer —¿hacia dónde?— con su verdoso salpicado de oro, si el viento de pronto se levanta, si aquella nube, para nada esperada, gotea.

LÁGRIMAS DE ÁZUCAR.







Siempre se enamora de insaciables ojos hambrientos.

Ojos nómadas que, en busca del horizonte perfecto,

pierden de vista lo que desde cerca

les acaricia el pelo.



Como una adicción a su ansiedad por soñar más lejos.

como si pegada a sus botas, pudiera escaparse, con él

a un mundo ideal, con él. A una vida feliz, con él.



Y siempre acaba descubriendo, que él,

es la misma piedra que tortura dulcemente su camino.

Y siempre acaba llorando lágrimas de azúcar.

que caen en su boca como un premio por haber sobrevivido.



Loca, ingenua y atrevida,

su corazón magullado sonríe feliz por haberlo sentido.



Escribe en su diario otro punto final en su vida,

y quitándose el miedo, promete al destino,

que volverá a tropezar con la próxima piedra que ponga en su camino.