domingo, 3 de abril de 2016

FARÁNDULA. Marta Sanz.



Con la undécima novela “Farándula” Marta Sanz ha sido reconocida como ganadora del premio Herralde de novela que, en su 33ª edición, ha convocado la editorial Anagrama.
Una historia que encierra como trasfondo el impacto de la propia crisis en el mundo cultural, Concretamente en el ámbito del teatro.

SINOPSIS: Valeria Falcón es una actriz de cierta notoriedad que cada jueves visita a una vieja gloria del teatro, Ana Urrutia. La Urrutia padece el síndrome de Diógenes y no tiene dónde caerse muerta. Su ocaso se solapa con la eclosión de un capullo en flor, Natalia de Miguel, una joven aspirante que enamora al cínico Lorenzo Lucas, álter ego de Addison DeWitt. Nadie tendrá derecho a destrozar la felicidad de Natalia de Miguel, una chica muy delgada que en pantalla da gordita.

Por su parte, el ganador de la copa Volpi, Daniel Valls, confronta su éxito, su dinero y su glamour con la posibilidad de su compromiso político. A menudo llega a una conclusión: «Soy un débil mental.» Charlotte Saint-Clair, su esposa, lo cuida como una geisha y odia a Valeria, gran amiga de Daniel. Un ictus, el montaje teatral de Eva al desnudo y la firma de un manifiesto descubrirán al lector: Una historia sobre el miedo a perder un sitio. El sitio. Sobre la resistencia a la metamorfosis y la conveniencia –o no– de la metamorfosis. Sobre qué significa hoy ser reaccionario. Sobre los cambios de lenguaje que reflejan cambios en el mundo. Y sobre los cambios de lenguaje que no reflejan nada. Sobre las pompas de jabón, el desprestigio de la cultura y la posibilidad del arte de intervenir en la realidad. Sobre la devaluación de la imagen pública del artista. Y su precariedad. Sobre la contradicción entre glamour y compromiso. Sobre el público. Sobre el relevo generacional y el envejecimiento. Sobre la escritura como acto de mezquindad. Sobre los actores ricos que firman manifiestos y los actores pobres que no firman nada porque nadie los tiene en cuenta. Sobre la paradoja de que sólo cuando alguien es anónimo empieza a servir para algo en su comunidad. Sobre la caridad como mal y las galas de beneficencia como bucle reproductor de la injusticia. Sobre la predicación con el ejemplo. Sobre si se puede luchar contra el sistema desde el sistema. Sobre Angelina Jolie. Sobre la mise en abyme del teatro y el cine dentro del cine. Sobre la diferencia que existe entre decir «Es gente» o «Somos gente». Sobre el plural, el singular y la utilidad de la escritura.
Marta Sanz no se parece a ningún otro escritor de este país. Utiliza la risa como herramienta de diagnóstico. Un texto borde, divertido, triste, puntiagudo, urgente. Es farándula.

La novela está estructurada a partir de las peripecias y retratos de un grupo de interpretes: artistas, actores de medio pelo, nuevas estrellas, jóvenes que quieren destacar y viejas glorias. Con una mirada absolutamente corrosiva y con un humor apabullante, la autora ha compuesto un certero friso de pobladores de ese mundo que agoniza pero que todavía sobrevive. Al mismo tiempo, denuncia el mundo del oropel, lo falso, en lo que lo importante es mantener la fachada de lo que se pretende aparentar. Pero sobretodo, la posibilidad de hablar de todos estos asuntos contando historias profundas en el fondo y en la forma, divirtiendo al lector, haciéndole preguntas inteligentes sin pretender darnos las respuestas.

Ante este libro me encuentro con un sentimiento dividido: un juego de luces y sombras. Por una parte lo más llamativo de la novela es su originalidad y su incisividad. Con un lenguaje ágil, su prosa fluye como un verdadero torrente, sin pausas, dejando al lector sin aliento cada idea viene acompañada de otra y otra en una espiral a veces delirante, como ocurre con los pensamientos, una tormenta de ideas. La autora juega con las palabras, las maneja a su antojo, les da la vuelta mostrando su total dominio del lenguaje. Ocupan páginas escritas con talento y con un lenguaje fresco y rompedor que en ocasiones resulta divertido.
Con todo, la trama no parece tener mucha importancia, es sencillamente una excusa para retratar las vivencias de los personajes, arquetipos de las diferentes clases de actores. Con sus debilidades, sus grandezas y las miserias de un mundo que transcurre a la vista de todo el público que los admira, los envidia y los crítica en la misma medida. A su vez, a medida que avanza el libro, en algunas partes de la narración le sobra artificio y le falta sustancia, y se impone en el lector la sensación de que la novela necesitaría adelgazar de verborrea y disgregaciones. Se habla un poco embarulladamente de demasiadas cosas. De ahí que, en ocasiones la trama y los personajes sufran las consecuencias de la falta de foco y excesos formales.
Por consiguiente, el libro es un poco irregular, con tropiezos en la historia que enturbian los mensajes. El resto del libro tiene más sentido y en ciertos episodios la narración es más atractiva y dinámica.
Conviene subrayar, ante los inconvenientes descritos, le tenemos que agradecer en estos tiempos en que algunos, con brillantes argumentos, nos hablan de escritores que “solo narran pero no escribes”; aquí, sin embargo, hay que elogiar las formas narrativas de Marta Sanz.

Con un estilo muy personal, la novela constituye un retrato agridulce de la sociedad española actual, centrado en el mundo de los actores, artistas y todo lo que se engloba dentro de lo que conocemos como bambalinas. “Farándula” es intensa, torrencial, cruda, amarga, desencantada como cada uno de sus personajes.
No hay respiro para el lector, expectante en la versión teatral con un final en el que no hay un beso de perfil o de película y cae el telón sobre la melancolía del teatro y la soledad del antifaz.
 

 

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